Y decía que no quería perder el hilo, pues lo perdí, me sobran palabras y me faltan ideas !qué problema! ¡Ah! sí, el próximo día 8 correré en Benidorm una corta prueba organizada por el Grupo Brotóns de unos 5.5 km. Un aperitivo para ir tomándole el pulso a la competición de cara a la media maratón de nuestra querida Torrevieja. Iré en la víspera, como suelo hacer cuando la carrera se disputa a más de 40 km de distancia de mi hogar. Hago noche, un poquito de turismo, corro y de vuelta a la Ciudad de la Sal.
En estos momentos estoy con el "booking", y no se que hotel escoger: debe de estar lo más cerca posible de la meta por razones de comodidad obviamente y dudo entre el Gran Bali, algo más de 60€ la noche
o uno más modesto que viene a salir por algo menos de 30€.
Dado que voy solo y que si no me "enfollono" duermo mal en cualquier hotel (y no es cosa de ponerme ciego a cervezas) optaré por este último.
Da que pensar el dinero que mueve el mundo de las carreras populares, hay quienes llevan tiempo explotándolo, organizadores y cronometradores, agencias de viajes, pero hay otras facetas todavía vírgenes buscando algún valiente que se "tire palante". En todo lo relativo al marketing, publicidad, si exceptuamos las grandes pruebas, es un terreno con posibilidades; la hostelería: toda esta gente que se desplaza cada fin de semana tiene que comer en algún lado (en algunas carreras ya se ofrecen menús para corredores) pero son las menos...
Bueno, se me va la olla, cambiemos de tercio. De qué hablo cuando hablo de correr es el título de un corto relato autobiográfico de Haruki Murakami que leí hace unos días. Descubrí a este autor por casualidad. Normalmente cuando voy a la librería me dirijo directamente a los anaqueles que exhiben los libros de bolsillo, los más baratos. Suelo hacerme con un ejemplar de un autor clásico y por si acaso (por si acaso me aburre el clásico soberanamente), dos más, más ligeros, escogiéndolos tras leer la sinopsis y por pura intuición. A veces la intuición falla y me llevo un bodrio y otras veces descubro algo interesante y divertido. Y Haruki Murakami es divertido, divertido, ligero, prosa clara y..... japonés. Siento una especial debilidad por todo lo oriental y especialmente me atrae lo japonés (no solo el shusi), me atrae su armonía, introspección, melancolía. No se bien porqué ya que soy bastante latino, pero así es.
He leído varios libros del Sr. Murakami estos últimos días, yo soy así de burro, quizá sea este el menos interesante pero resulta atractivo a ojos de un "runner" o si te gusta el autor y quieres conocer algo más de él. De qué hablo cuando hablo de correr habla de correr, sí, los que compartimos esa afición vamos a identificarnos inmediatamente con el autor; los corredores aficionados somos muy parecidos, cometemos similares errores, tenemos parecidos sentimientos, somos poco originales. Aún así este libro versa más sobre el autor que se vale del hecho de correr como excusa para mostrase a sus lectores tal y como es y como desarrolla su labor como escritor. Nos habla de su vida cotidiana y rápidamente nos percatamos de las similitudes con sus personajes. También Allen (Woody) se parece (al menos así lo creo yo) a sus personajes ¿Beben todos los autores de las fuentes de su propio ser? ¿Es su obra un espejo de su vida? Sin duda.
Y por último me gustaría compartir apoyándome en Murakami algunos recuerdos, recuerdos que todos tenemos, más en el corazón que en la cabeza, cito un breve párrafo, a mi juicio maravilloso, de su novela: Al sur de la frontera, al oeste del sol.
No cabía duda de que era una niña precoz y de que se sentía atraída por mí como representante del sexo opuesto. Y yo, por mi parte también me sentía atraído por ella, pero no sabía qué hacer con mis sentimientos. Tal vez tampoco Shimamoto lo supiera. Me tomó de la mano una sola vez. Fue un día que me llevaba a algún sitio, y el gesto decía: "Rápido, es por aquí". Nuestras manos permanecieron unidas como mucho diez segundos, pero a mí me parecieron treinta minutos [...]. Aún hoy recuerdo el tacto de su mano aquel día. Es un tacto diferente a cualquier otro que haya experimentado después [...]. Pero en aquellos cinco dedos y en aquella palma se concentraban, como en un catálogo, todas las cosas que yo quería saber, todas las cosas que tenia que saber. Y ella, al tomarme de la mano, me las enseño.
Sí, yo también sentí ese tacto perfecto y aprendí y supongo que todos lo sentimos alguna vez cuando cruzamos el umbral de la pubertad. Recuerdo esa cálida mano y esa sensación que me estremeció, (siento cambiar el tono) qué vale más que los cuatro polvos mal "sudaos" que echamos a los cuarenta. Me apena que algún pobre desdichado no llegue a sentir nunca ese gozo, pero tal y como me comentó, más bien sentenció mi gran amigo Paco cuando nos vimos en el pasacalles de los gigantes y cabezudos al que acudimos con nuestros hijos: "Juan, estos pasan de los cabezudos directamente a follar". Espero que se equivoque.
Por cierto, al final me pillo la habitación del Bali. He vuelto a mirar en quehoteles.com y son solo 39€. Pediré una planta baja. Me dan miedo las alturas.


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